jueves, 29 de diciembre de 2011

Me siento tan irremediable vacía e inerte que ni siquiera tengo la suficiente fuerza para plasmar esos sentimientos frustantes que afloran audaces como una carrera de caballos.

Mirar a los demás sólo hace sentirme más pequeña, y no entiendo por qué. Tengo la materia, en mi rincón secreto lo puedo GRITAR a los cuatro vientos, pero me falta la neurona arquitecta que le dé forma a mi destreza.

Soy como un cuerpo inmóvil postrado en la cama únicamente capaz de mover los ojos sin inmutar un sólo músculo. No es nada más que consciencia ambulante al corriente de su desgracia, pero sin la suficiente fuerza en las piernas para levantarse y vivir un nuevo día distinto al de ayer.







P.D. Ni esto está a la altura de mi desidia mental.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Hoy, 9 de diciembre de 2011, considero definitivamente que la cultura de nuestro país yace 60 metros bajo tierra. "La saga crepúsculo: Amanecer Parte 1" es la película más vista del 2011. Puedo asegurar que mi corazón expulsa géiseres de sangre y espinas que corroen cada centímetro de mi carne hasta convertirme en una masa homogénea de viscosas tripas y enredados músculos difíciles de limpiar.

Lo que me jode es que los seguidores de esta burda saga (¿No son capaces de comprender que si los intelecutales y eruditos la consideran pueril es por algo, coño?) no son fans del género vampírico, la mayoría no sabe ni quién es Anne Rice, por citar a la más famosa, ni son amantes de los seres sobrenaturales. Se dejan engatusar por una rídicula historia de amor sin fondo para convertirlo en su paradigma de la realidad. Todas estas jovencitas que no han amado nunca están esperando un Edward protector y fuerte al rescate. Pues bien, chicas, ese día no llegará nunca. Estas mentes alienadas irán encontrando durante el transcurso de sus banales vidas decepciones y más decepciones sin darse cuenta de que la realidad es simplemente así. Pero seguirán buscando cual hembra en celo, al amparo de la Noche, que no dejará reconocer las caras ajenas al día siguiente. Un velo ante la mala conciencia, la vergüenza, la cobardía, la inseguirdad, la soledad. Falta de compromiso y entrega, es más facil, seguro, pero carente de significado.

Las películas de happy endings en cierto momentos ayudan a evadirse de la rutina, de los complejos y, al fin y al cabo, a sentirse bien. Es un sorbo de esperanza, por qué no. Pero los autómatas de mirada sesgada acaban esperando una vida que no es real. Nos venden lo que queremos creer, eso está bien, pero con moderación. Si hablamos de amor, esas chuminadas facilonas de "chico-conoce-chica, se enfadan, son suficientemente orgullosos para reconocer que se gustan hasta que por fín se rinden ante un beso" deben ser combinadas con películas -sobre todo europeas- que presentan el amor en un contexto mundano, con problemas familiares, discusiones, tabúes, intereses económicos, guerras, barreras, etc., o simplemente cotidiano, pero sin ese halo hollywodiense.

Se debe abarcar la realidad en todas sus facetas ¿El cine? Para informar y entretener, lo cual no significa que sea un sustituto de nuestros deseos y ambiciones. Soy una defensora del género fantástico a ultranza, lo reconozco con inmenso orgullo. Me encanta descubrir dimensiones que en mi rutina son imposibles de alcanzar, mis sueños se alimentan de es anhelo diariamente. Pero sé, con todo mi dolor, que nunca podrá ser como quiero que sea, y no es conformismo, es no esperar más de lo que puedes tener y así evitar la frustración. Ése es el puto problema de las fans de Crepúsculo, que consideran factible el hecho de que una niñata 'incomprendida' sin expresividad en la cara ame apasionadamente al guaperas del instituto mientras morrea a otro cachitas con el armario vacío. Sus desesperados chillidos non-sense coronan la banda sonora.

jueves, 8 de diciembre de 2011

jueves, 11 de noviembre de 2010

Casi un año después...

Siempre me planteo "joder, tengo que seguir con el blog", pero mi pereza y desánimo en temas de escritura es cada vez mayor. De hecho, ahora mismo me sigue costando reenganchar y no consigo conectar mis neuronas más creativas. No son pocas las veces que he apuntado en un post it en medio de un ataque de pensamientos analíticos sobre la que creía que era mi personalidad que deshaogarme en mi marginado blog. Y no por nada, no lo va a leer nadie conocido y, qué coño, tampoco desconocido. Así que teóricamente podría poner hasta el más profundo y oscuro de mis pensamientos. Aunque he de reconcer que aún así mido las palabras en la esperanza de que de pronto aparezca un lector aburrido.

Así pues, hoy me he decido a escribir. Mi carrera periodística continúa, marcada por la presión de ser peor que el resto. Hoy en clase he pensado: "mira, todos mis compañeros participan en un medio formalizado, ¿por qué no lo puedo hacer yo en mi medio personal, lejos de todo lo que en realidad odio?" Y es que es así, me siento perdida entre el grupo de pseudos-intelectuales que alardean de conocimientos de otros. Y aún sabiendo de sus carencias, oso a compararme y venirme abajo. Me entra una pereza repentina que me impide enlazar palabras sueltas hasta formar una oración con sentido. Pero mi problema es buscar la originalidad, en marcar un estilo y un pensamiento excelente, y mi temor a no encontrarlo es lo que me hace ni intentarlo.

Continuamente analizo quién soy, cómo soy y por qué. Dada mi edad y trayectoria me pregunto cómo sería yo intelectual y profesionalmente si no se hubieran dado una serie de circunstancias. ¿Sería ya una persona con una opinión y un criterio cultivado? ¿Tendría la indeferencia que hoy proceso por mi carrera? ¿Estaré perdiendo el tiempo? ¿Echo la culpa a la educación recibida para no reconocer mi propia desidia? Hoy, no obstante, se me ha encendido una chispa de clarividencia. Mi profesor de Opinión Pública nos ha comunicado que para nuestra información un alumno de la universidad Carlos III estaría mejor que preparado que uno de la Complutense, porque tiene profesores jóvenes y con ganas, que hablan en inglés y han estado en Estados Unidos; mientras que nosotros disfratamos de las lecciones de señores de 60 años que dan clase con folios amarillos. Me he descojonado. Pero es que es verdad. Peco de no reconocer y enmendar mis errores, sí, pero el entorno tampoco me incita a ello. Quiero decir, que no veo gente entusiasta que me enseñe a pensar y fomente la creación personal, sino a funcionarios sentados en un confortable sillón mientras que pasan power point o te dan una charla desfasada que poco interés despierta. Parece que si quiero aprender algo en esta universidad, es por mi cuenta, por medios extraoficiales, y en parte es por lo que me niego. No caigo en la frustración absoluta ante la esperanza de tener un futuro con el que sentirme útil, plena y sabia. Pero todo llegará. Aunque claro, ¿llegaré a los mismos sentimientos? Desidia, pesimismo... Me cerraría en un circulo vicioso de prorrogable solución. Confío siempre en un cambio que está por llegar, encubro mis errores con una esperanza que no sé si es real... No sé cuando llegará la hora de resurgir... sí es que resurjo. Me pregunto dónde habrán quedado todas las ilusiones, las fuerzas y, sobre todo, la confianza depositada mis capacidades de hace unos años... Aún así, seguiré confiando.

Total, ya no hay vuelta atrás. El tiempo ha sido aprovechado de esta forma... ¿Otros educadores?¿otra universidad?¿otros amigos?¿otro país? quién sabe...

Lo bueno es que hoy me he atrevido a escribir algo, por muy mierda que sea, viendo a mi alrededor cómo los demás prosperaban. Pero aún así lo he hecho y espero hacerlo con asiduidad. Y es que hay que reconocer que simplemente crear un texto es cogerle un cariño especial, es mimarlo y, qué coño, te da orgullo, satisfacción... y sube la autoestima a raudales... te crees con fuerza para hacer todo y más... Hoy lo cierro así, sin ni siquiera habiéndomelo leído dos veces.

sábado, 30 de enero de 2010




















Odio a la gente que en realidad no detesto.

Odio tener que tolerar a los demás.

Odio a los que no me entienden.

Odio que me digan qué tengo que hacer y cómo he de sentirme.

Odio pensar.

Odio aparentar.

Odio que no me dejen en paz.

Odio estar sola.

Odio estar demasiado acompañada.



Odio ser como soy.

Aunque en algún momento este odio sale sin permiso a atacar al
que se cruza en su camino, mantiene ordenados el resto de los
sentimientos que corren rampantes por mi mente. Hasta que
empieza a consumirme y me deja sin ganas de seguir.

Hoy las calles se tiñen del mismo color...
Empiezo a dudar de si existe algo justo, porque esto es lo que cada uno se merece debo de tener una idea demasiado equivocada del mundo.













Se abre el telón...

Y aparezco yo pisando flores...

Se me caen los zapatos y noto el frío en los pies...

Comienzo a saltar más alto...

Un poco más...

Más...

Alzo los brazos...

Chillo...

Me caigo en medio de un ataque de risa...

Respiro exhausta en el suelo...

Doy media vuelta despacio mientras recobro el aliento...

Y miro al cielo...


Se cierra el telón... Lo que pasa que no hay película...


Tan secillo y tan complejo como basarse en una sucesión de escenas en las que nos sumergimos en una antítesis continua, mientras nos empeñamos en hayar una perfección que, por defecto humano, no existe. ¿Pero para qué la queremos si no sabríamos vivir con ella? ¡Cazurros, cazurros, cazurros! No existe, lo que hace que encontremos un sentido que, en realidad, tampoco tiene! Siente y padece, ¡he ahí la cuestión!

¡Cómo no había caído antes!

¡jui juiiiii!

Hoy toca mofarse... I like it!

Y así, hasta el próximo bajón! jáaa!